Hace meses os hablábamos de la historia textil de Val de San Lorenzo, hoy nos parece interesante contaros como se lleva a cabo, aún en la actualidad, la elaboración de las tradicionales mantas que cada día os ofrecemos en los markets a los que acudimos.

Para empezar queremos dar las gracias y enviar un abrazo muy fuerte a todas las artesanas y artesanos de Val por abrirnos las puertas de sus talleres, y hacernos partícipes de toda una vida de esfuerzo y dedicación a la elaboración de textiles con amor; así como a Miguel Ángel Cordero por mostrarnos el Museo Batán y La Comunal, ambos museos vivos, en pleno funcionamiento.

El proceso comenzaba con el lavado de la lana escarmenada (es decir, seleccionada por piezas eliminando zonas dañadas) de diferentes lugares geográficos durante la primavera tras la época de esquila. Este lavado se realizaba, aprovechando la crecida de las aguas del río por el deshielo, en el Museo Batán que fue propiedad de la Sociedad Comunal de Artesanos hasta el 1998; donde el agua del río atraviesa con una serie de compuertas para retenerla el tiempo que se precise, y con las manos se da vueltas a la lana, en ocasiones mezclada con algo de detergente para desengrasar parcialmente.

Una vez lavada, la lana pasará por una sucesión de máquinas, la mayoría asombrósamente antiguas, de principios del siglo XX o finales del siglo XIX, situadas esta vez en La Comunal, además de las que son propiedad de las familias de artesanos que utilizan en sus propios talleres.

La lana se dirige hacia el diablo que rompe los mogollones de vellón de lana y la hace vedijas, después pasa por las cardadoras, una serie de rodillos con púas duras y gruesas, progresivamente más finas y numerosas, resultando un material más fino y espeso, del que surgirá el hilo. Es importante saber que lo hace que el hilo sea consistente y se pueda trabajar con él es su trenzado ya que una mecha de lana se puede romper fácilmente, pero en cuanto se retuerce un poco ya es realmente difícil. Esto se realiza con la torcedora, la cual en diez horas puede crear hasta unos 80 kilos de hilo. Antes de pasar finalmente a tejer queda el proceso intermedio de crear la base de hilos que irá en el telar. De ello se encarga el urdidor , una compleja máquina de la que surge una “faja” de hilos. El buérgano pliega en bloque la cantidad que se va a tejer, cantidad que se tendrá en cuenta para después realizar las canillas que se insertarán en las lanzaderas. Es curioso saber que para tejer una manta estándar se emplean unas dos horas y media en los antiguos telares (uno de ellos data de 1786 y emplea el antiquísimo sistema de tarjetas perforadas) que mantienen en perfectas condiciones de uso. Por fin llegamos a la última fase que consiste en abatanar la pieza (lo que le confiere consistencia y hace que sea más tupida e uniforme) en el batán, antaño especie de molino a la orilla del río, y hoy ya algo modernizado; pasando una vez seca, por la percha que saca el pelo a la pieza y le proporciona mayor calidez y suavidad.

Las posibilidades de diseño son infinitas así como la durabilidad, calidad y confortabilidad de las piezas. Todo un lujo que brindamos al alcance de vuestra mano para favorecer el descanso, la felicidad y la continuación una de las bellas tradiciones patrimonio de la humanidad que tenemos en nuestro país.

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