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La trashumancia es el movimiento estacional de ganado siguiendo rutas regulares establecidas (vías pecuarias o, simplemente, cañadas). Esta práctica permite el aprovechamiento óptimo de diferentes subsistemas, complementarios estacionalmente, explotando al máximo los pastos que crecen de forma natural a lo largo del año.

Desde que el hombre se hizo pastor trashumante en la más remota antigüedad, la necesidad de trasladar el ganado de los pastos de verano a los de invierno determinó la aparición de unos itinerarios que, aprovechando los pasos más practicables (puertos de montaña, vados de ríos, etcétera), fueron tejiendo siglo tras siglo una compleja red de comunicaciones en la Península Ibérica, las vías pecuarias, cuyo uso para estos fines, todavía se conserva.

Los orígenes de la trashumancia ibérica podría rastrearse hasta hace más de 15.000 años, en los finales del Paleolítico. Hasta entonces, el suroeste ibérico, Extremadura, Andalucía Occidental y el Algarve portugués permaneció como la única porción europea a salvo de los hielos que recubrían el resto del continente.

Ante la irrupción de unos estiajes cada vez más prolongados, la fauna comenzó a efectuar desplazamientos estacionales que los fueron alejando cada año un poco más al norte.

Este viaje faunístico arrastraba asimismo a los clanes cazadores de Homo Sapiens, cuando estos se tornaron ganaderos, aquellas atávicas rutas migratorias cinegéticas pasaron a utilizarse, del mismo modo, para sus animales domesticados.

En esta transición, el elemento auxiliar del pastor, absolutamente indispensable, fue el perro. El perro salvaje vivía en manadas, se reunía alrededor de los campamentos del hombre paleolítico cuando se lanzaba a una fase de caza. Pero una vez saciado su apetito con los despojos abundantes dejados por los cazadores, el perro acompañó a estos en sus desplazamientos y hubo un momento en que durante la fase persecutoria el perro adelantó al hombre.

Así nació el perro cazador.

La otra labor primera del perro es la custodia, la guarda del ganado que, una vez cautivo, se dejaba cercado para que se reprodujera.

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2 comentarios

    1. Muchas gracias, Leticia.
      ¿Quizás haya un por qué en la casualidad? El tiempo lo dirá jajaja
      Nos alegra tenerte por aquí.
      Bonita página, por cierto. 🙂
      ¡Saludos laneros!

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